Por Lic. Pedro Acosta – Politólogo, analista político.
Lo que debía ser una simple entrevista televisiva con el exsenador Blas Llano, un repaso a la coyuntura y a la vida interna del PLRA, terminó exponiendo algo mucho más profundo: el liberalismo paraguayo atraviesa una fractura emocional que ya nadie puede ocultar.
Las redes sociales estallaron tras la emisión. Entre los ataques más duros, sobresalió el mensaje de la Dra. Rosa de Franco, concejal de la Ciudad de Fernando de la Mora, quien lanzó un tajante “Ekañy” —“desaparecé”, dirigido al exsenador. Sus acusaciones de ingratitud hacia Yoyito Franco y su familia, sus insinuaciones y su cuestionamiento público no fueron simples diferencias políticas: fueron la expresión visible de un resentimiento acumulado durante años, una herida que dejó de ser interna para transformarse en espectáculo nacional.
Ese cruce, tan frontal y tan expuesto, reveló lo que muchos ya intuían: el PLRA no solo está dividido; está emocionalmente desgarrado. Las discusiones han dejado de girar en torno a ideas, programas o proyectos de país. Hoy giran alrededor del orgullo herido, de viejas rencillas y de cuentas pendientes que anulan cualquier posibilidad de reconstrucción.
Mientras las facciones liberales se enfrentan entre sí, la ciudadanía observa con una mezcla de frustración y desencanto. Durante décadas, el liberalismo representó la alternativa democrática, el espacio donde podía imaginarse una transición, un contrapeso real, un horizonte distinto. Pero lo que el partido transmite hoy es desesperanza: un barco sin timón, sin liderazgo unificado, incapaz de articular un mensaje coherente hacia el país.
Y surge la pregunta inevitable: si el PLRA no logra ponerse de acuerdo dentro de su propia casa, ¿cómo pretende articular alianzas amplias para disputar Asunción, las municipalidades o un proyecto nacional rumbo al 2028? Las cuentas no cierran. La gente lo percibe y lo sufre.
La crisis liberal ya no es solo política; es moral y emocional. El partido azul, que alguna vez fue símbolo de resistencia, hoy se ha convertido en símbolo de ruptura. El Paraguay necesita líderes capaces de pensar en el país antes que en sus rivalidades. Necesita unidad, no gritos. Necesita esperanza, no desgaste.
El Paraguay sigue esperando. Pero cada vez espera menos del PLRA.
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