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Ciudad del Este: entre la hegemonía colorada, las sombras del “Yo Creo” y el extravío liberal.

Por: Lic. Pedro Acosta – Politólogo.

Ciudad del Este vuelve a convertirse en el epicentro de una contienda política que trasciende lo municipal. Las elecciones de este domingo no solo definirán a un nuevo intendente, sino que pondrán en evidencia, con crudeza, la fragmentación ideológica y la crisis de coherencia que atraviesa la política paraguaya.


En el tablero se enfrentan viejas estructuras que buscan sobrevivir y movimientos emergentes que, al intentar renovarse, tropiezan con sus propias contradicciones.


El Partido Colorado, con Roberto González Vaesken como abanderado, reaparece con la clara intención de recuperar el control político en la capital del Alto Paraná. Su campaña se apoya en la fortaleza de una maquinaria que nunca duerme: un partido acostumbrado a gobernar desde las instituciones y, muchas veces, desde las sombras. Sin embargo, su regreso no está libre de cuestionamientos. Las denuncias históricas de corrupción, la falta de renovación generacional y el uso político de los recursos públicos continúan siendo un lastre que impide al coloradismo reconciliarse plenamente con una ciudadanía que anhela cambios profundos, pero que también teme el salto al vacío.


En el otro extremo surge el movimiento “Yo Creo”, encabezado por Pereira Mujica, heredero político del destituido Miguel Prieto, apartado del cargo por supuestos actos de malversación durante su administración. La figura de Prieto, que alguna vez representó la renovación, terminó convirtiéndose en el espejo de aquello que prometió desterrar. Su salida no borró las sospechas ni las percepciones ciudadanas sobre una gestión marcada por irregularidades, y ese estigma se proyecta ahora sobre su sucesor.


El “Yo Creo”, nacido como bandera de cambio, quedó atrapado entre la retórica del progresismo urbano y la realidad de una administración cuestionada. A ello se suma su adhesión a agendas internacionales que, aunque legítimas en el plano de los derechos, resultan ajenas a la identidad moral, social y cultural del paraguayo medio. Su abierta defensa de temas como el aborto, la eutanasia y la diversidad de género choca con los valores conservadores predominantes en la sociedad esteña y, sobre todo, con la base doctrinaria del Partido Liberal, que —en un giro difícil de comprender— hoy brinda apoyo a este movimiento.


Dentro del liberalismo, el fenómeno Prieto-Mujica ha dejado grietas profundas. La presencia de los Portillo —particularmente María Portillo, actual intendenta interina— simboliza ese desvío ético y doctrinario que aleja al PLRA de sus principios históricos. En lugar de reafirmar su identidad, el liberalismo local parece haberse rendido ante la conveniencia coyuntural, sacrificando su esencia en nombre de un supuesto pragmatismo.


No obstante, dentro del propio PLRA subsisten núcleos de renovación que hoy se ven opacados por las alianzas y presiones de los sectores liberocolorados. Son liderazgos jóvenes, todavía silenciosos, pero con señales de coherencia, ética y visión de país. Este sector emergente —aunque hoy relegado— podría ser clave para reconstruir la credibilidad y el rumbo del liberalismo paraguayo.


En paralelo, aparece Celso “Kelembú” Miranda, una figura que encarna la política del ruido, del impacto mediático y del populismo emocional. Su discurso, aunque atractivo para sectores desencantados, carece de la consistencia necesaria para proyectar un modelo de gestión realista y sostenible.


Así, la elección de Ciudad del Este no es simplemente un evento local: es el reflejo de un país que aún busca su equilibrio entre lo tradicional y lo experimental. El Partido Colorado intenta volver al poder apelando a la estabilidad de una estructura conocida —con todas sus virtudes y defectos—, mientras el “Yo Creo” procura consolidarse como alternativa, cargando el peso de un pasado reciente marcado por sospechas y por un ideario percibido por muchos como ajeno a la esencia nacional.


El ciudadano esteño enfrenta, entonces, una disyuntiva clara: ¿apostará por la estructura conocida, que durante décadas garantizó cierta gobernabilidad, o por una propuesta que, pese a su discurso de cambio, se percibe desconectada de la tradición política y cultural del Paraguay?


Lo que se define este domingo no es solo una intendencia, sino un modelo de sociedad. Que la decisión —sea por lo conocido o por lo nuevo— se tome con conciencia de que el porvenir del municipio, y en gran medida del país, depende de reencontrar un equilibrio entre el progreso y la identidad, entre la legalidad y la moral, entre la modernidad y la raíz paraguaya.

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